Dejaría mi corazón atornillado tras la puerta que me dejase partir, para evitar cobardemente que interfiera contra las neuronas trabajólicas que me controlan.
Para dejar así astutamente que sólo me hiciera llorar cuando fuese necesario, y me perdonara todas las angustias en las que no le permití participar.
Y que en su ausencia la fría carne le solloce un tormento pero que muda entonces logre ignorar todo nuevamente.
Allá el sol no me ilumina, y tampoco me quema.
Me mantiene a ojos cerrados deambulando contra las masas, me absorbe su ausencia y me compone el carácter, me determina como útil y de fría cabeza.
Sí me entristece la noche, y pone dudas bajo mi almohada, me roba sueños la luna, me mantiene frías las entrañas, porque el carbón que ilumina mi alma, he decidido dejarlo en casa.
Pero no en vano ni por diversión ni capricho, he salvado entonces de los disturbios y de la gris ciudad, a mi rincón de arcoiris. No todo es tan maligno, ni tampoco un Edén para ser feliz, el sol se ha oculto para nosotros, nos han puesto una vil estrella calcinante.
Pero no me corrompe ni me quebranta, y sobre las hileras de cemento me mantiene a raya. Como todos, como a todos, sin desmerecer ninguno, nos mantiene con la mirada baja.
Valparaíso, febrero 2009