Y hace tanto que no decía "mi mamá tenía razón".
Había que tomarse las cosas con calma, dormir lo necesario, sonreír más.
No pensé que mis músculos se fatigaran, que los nervios se inflamaran así, perdiendo la capacidad de estirar los labios, comer correctamente, o tan siquiera pestañear.
Incluso cuando caían tibias las primeras gotas, suspiré y dije sin pensar "Dios mío, por qué".
Sin pensar el uso diario de esa expresión, sin pensar con franqueza si existe o no.
Sólo espero los médicos puedan ayudarme a mejorar, porque hasta hace unos días no sabía apreciar realmente ese tipo de detalles, no hasta que me vi imposibilitada de funcionar "normalmente".
Tengo miedo, pero también tengo esperanzas de volver.