Jamás habían dolido tanto las palabras.
Era algo así como escuchar "la muerte" incansable en mi cabeza.
Pues le miré a los ojos, tratando de recordar lo que tantas veces ensayé.
Dije en parte sí, por otro lado me aprovechaba de su flaqueza.
Aun así me acorraló.
Me examinaba sonriente, tenía la victoria amarga cruzada en la garganta.
Por otro lado yo, con una herida sangrante trataba de ahogar el nudo.
Pero claro, hasta el nudo se escapaba tibio entre lo que quedaba de mí.

Era como si esta mañana, una vez mirando la pared en blanco,
supiera que iba a morir. 
Jamás habían dolido tanto las palabras,
jamás había tenido el miedo que sentía, el miedo de no poder siquiera
decir nada.
La muerte es tan graciosa y atractiva, 
la muerte de lo que podía ser y no fui.

La muerte claro, de lo que cada noche a las estrellas prometía,
la muerte de lo que nunca fue y tampoco será.

Me hubiese gustado pensar que eran palabras, pero no eran más que
el palpitar de tus verdades. 

El dolor decía hoy, siempre es más incómodo.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

La muerte... A veces me incomoda ¿sabes?.. A veces ni siquiera pretendo que existe...

Ayer maté a alguien que debió haber muerto hace tiempo, o asumi la desaparicion de algo que ya no existia. La cosa es que ya no soy una Naranja.

Me encanta tu sinceridad, escribes tan del corazón que a veces me abruma.

Gracias por leerme, y lo puedes seguir haciendo... Quizas de otra manera.

Desmond Rentor. dijo...

con la verdad en los bolsillos, búscalo.