Cierro los ojos y me digo que todo va bien.
Y la verdad es que allí en el silencio, donde no hay colores, olores, ruidos molestos (...) no hay razones suficientes para no estarlo.
Me convencí por años que todos los intentos, eran para no ser feliz, para conformarme.
No se trata de ser exigente tampoco... La felicidad no se basa en caprichos, en alegrías absurdas.
Simplemente los temores (tantos) me nublaban a diario, me mantenían aferrada a la tierra.
Hoy puedo recostarme sobre ella sin hundir mis uñas, mirando el cielo sin temor.
Puedo conversar las cosas, puedo estar más serena.
No tengo odios, ni resentimientos. Puedo escuchar, puedo sentir.
¿Miedo? siempre vendrá por mí, pero lo conozco tan bien, que ya no puede hacerme daño.
Decidí que controlaría mi vida, en la medida que ésta no termine controlándome.
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