Cuando estuve en la oscuridad, no tuve necesidad de decírtelo.
No busqué ningún medio, no estuve sobre ninguna plataforma virtual que me entregara una pseudo fama por mostrar mis marcas y expresar mis odios.
No tuve necesidad de fotografías alusivas, ni de producir "arte" con mis mentiras y arrebatos.
No tuve que decir que te amaba de una manera tan violenta ni dolorosa.
No hice una moda de mis debilidades.
Permanecí en silencio, en la necesidad y la tristeza.
Creí donde no lo había, que estaba la felicidad y la nueva vida.
Pero no encontré nada allí. Sólo la delgadez de las pastillas y la somnolencia del fracaso.
La histeria de no volver a verte,
la posibilidad de encontrarme en tus abrazos y tu mal humor.
Creer que era capaz de olvidarme si cuidaba de otros.
Pero ellos tampoco permanecían, seguían con sus vidas destrozadas hacia otra dirección.
Un verano me azotaste con palabras de verdad. Y lloré a mares creyendo ilusa que la culpa era tuya porque también guardaste silencio.
Cuando estuve en la oscuridad, no tuve necesidad de decírtelo.
A ratos, sobre manchas de luz me encontrabas recostada.
Te sonreía, a veces me encontrabas.
Pero me escondía, me quedaba allí en silencio.
En el frío parecíamos entendernos.
Pero cuando todo ese simulacro de dramatismo auto-impartido se desvaneció, fui la primera en sentirse engañada.
El silencio me enseñó a encontrar las respuestas, no en aquellos que pudieran sentir que la auto-destrucción es valiosa por su "honestidad". Encontrarte, esta vez rodeada por la luz, fue mucho mejor. Y pude distinguir sin las manos sobre los ojos, que despierto se vive mejor.
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