Cada mañana, cada tarde, subo al maldito tren. Y observo, miro a cada extremo para no encontrarme con él. Para no darle la cara a la vergüenza de haberme enamorado de tal inmadurez.
"Pero te digo mi niña, con sinceridad, de como eras antes a como eres hoy, te prefiero hoy. Te ves bien, te ves concentrada en otras cosas, te veo sonreír."
Quiero pensar que me equivoqué, pero que no fui un error. Y que todas mis profecías auto-cumplidas, respondían a la inseguridad de esa empresa, de ese viaje que duró quizás más de lo que debía.
Quizás estuve ciega, pero no fue a propósito. Pensé que era el momento, pensé que debía mejorar, pero el orgullo me comía siempre las palabras, y dejaba sólo la intención.
"Mereces a alguien que te quiera, que se preocupe por ti. Que sea maduro, porque ya no estás en el mismo lugar donde te encontramos. Llegará quien te quiera y no te deje por temor."
Y aunque mucho dije que me volvería incapaz de amar, no es eso lo que he perdido.
El asunto es, que no puedo volver a confiar.
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