Diciembre siempre se ha caracterizado por su carga importante de trabajo y estrés emocional. Ésta vez, problemas familiares han provocado un desinterés grandioso en actos tan cotidianos como levantarse de la cama.
Hace unos días era tal mi amargura, que pensé "necesito un vino". Peor fue mi reacción cuando recordé que no puedo beber alcohol. El tratamiento no sólo prohíbe el azúcar, pasar más de 4 horas sin comer, o más de 12 horas sin desayunar. También prohíbe las bebidas alcohólicas, y no por las calorías y toda esa vaina, sino por el fármaco que mantiene mi insulina a raya.
Qué fastidio en verdad, hace años que no fumo, trato de hacer deporte y me canso en demasía, y ahora no puedo beber sí quiero, aunque sea una miserable copa de vino.
De todos modos, llevaba tiempo sin beber, desde Octubre más o menos, eso considerando que debo haber tomado ese mes en total, unos dos vasos de cerveza y nada más. Ya bebía muy poco, pero un día en particular, me hizo falta.
Llevo dos meses sin beber alcohol. Y no es tan terrible la verdad, salvo en días de frustración.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
0 comentarios:
Publicar un comentario