Para que nunca más




Navego en Tierra Solo...

Aquí en tierra
Navego.
Empuño los remos
de la soledad
Vadeo la rivera
muerta.
Busco la mano
solidaria
Soplo las velas
de la tristeza
Y no avanzo.
Los riscos de la
desesperanza
Obstruyen el paso  
de mi barca
Sin velamen
Sin timón
Sin remos
Sin brújula
Sin avance
Grito en la
noche eterna
Llamando a los
que se han ido
Esperando a los
que no vuelven
Y solo responde
El gemido doliente.
El vacío infinito.
La soledad eterna.
Por eso,
Navego en tierra,
Solo.

Víctor Ibáñez Ayala, Valparaíso, 14 de Agosto de 1975.


Fuiste un hombre de pocas palabras... pero no lo podía creer así.
Tu hija encontró escritos, algo decía el destino al respecto: profesor, corregías libros a poetas, participabas en la lucha y en la utopía. Y por sobretodo, y sin tener insignia de una iglesia, hiciste el sacrificio más grande que alguien pudiese hacer nunca... diste la vida por tu mujer... y sobreviviste.
No tiene sentido cuando me ofusco, cuando me irrito, cuando me molesto si me preguntan... pero eres el peso de la historia, eres la yaga de esta nación, guardaste silencio, viviste tus años con la suerte de volver a casa... cómo no sentirme impotente tras tu lucha y la de muchos como tu.

Sé que ahora estás con mi tía, sé que ahora encontrarás a tus compañeros...
Gracias Papá, gracias Tía Marta por este hermoso regalo.

Fondo de Mar



Llévame a la inmensidad
A la oscuridad de sus ojos,
Al silencio de los recuerdos,
a la luz de cristal.
Al calor escondido entre tus algas,
a la mentira y la humedad,
entre la vida que escapa y la soledad verde mar.

Llévame junto a corales y sal,
donde nace la espuma,
donde el poeta naufragó sus pesares,
entre podridas tablas y cascarones,
prometo no asustarme
prometo descansar esta vez.