Cuentas

Se me revolvía todo, me daba escalofríos. Porque estuve en tu lugar, equivocada, pensando que el mundo se acababa, que lloraba día tras día, hora tras hora por una obsesión. 

Por la idea fija de que si estaba sola, moriría. 

Y es verdad, en cierto modo, porque pierdes la voluntad de salir siquiera de ese estado de insomnia que anula todo. Porque sentí cómo se quemaban mis entrañas, como el corazón dolía, sentía la fuerza perdida en el espacio, la flaqueza de los músculos y la incapacidad de sonreír.

Sentí lástima por mí, porque no me vi siquiera posibilitada a odiar. Pensé entonces, que nada podía ser más intenso.

Y sentí también el dolor de ver feliz a otro, de verle junto a otra, cuando me dijo que no podía estar en una relación. Debería ser suficiente para entenderle, al fin y al cabo, yo pude seguir adelante (después de caer un par de veces... bueno, varias.) Pero no es lo mismo, todo quiere que piense/sienta que fue un maricón. 

En ese caso, también lo soy. 
Debería sentirlo así, pero ¿qué es lo que debo entonces? ¿A quién más que a mí debería rendir las cuentas para ser feliz?