Cuando te quería

Me quemé con el café.
Reí por un instante pensando "tendré lengua de gato por un par de horas, quizás hasta mañana".
Me quemé por segunda vez, pero en la garganta cuando escuché que dijiste mi nombre.

Me volteé con miedo sí. Mire sin querer mirar.
Porque aunque no lo creas, cuando superaba todo el asunto, quería no verte en ninguna pared, sombra, escondite, esquina, e incluso lugar público. Gracioso sí, porque antes deseaba todo lo contrario.
Nunca con odio, nunca con males ni patrañas. Por amor propio necesitaba olvidar que existías. 

Lo terrible fue ver tus ojos de nuevo. No encontré en ellos lo que siempre guardaba para mí, mientras divagaba por donde fuese, en la ciudad, o en mi soledad ciertamente. Vi en ellos el brillo que conocía, pero ya no hacía sentido para mí. Ese cielo nunca fue mío, sólo que ahora no me molesta reconocerlo, no duele. Ya no duele.

Pero era extraño, mi pie izquierdo a tirones me alejaba. El derecho en tanto flojo allí permanecía. La ansiedad obvia me carcomía en nerviosos ademanes y pestañeos. Los dulces en mi bolsillo bailaban entre los dedos cuando no sabía optar por ninguno de ellos. Todos parecían igual de desubicados en la situación.

Tarde te ofrecí alguno, cuando dijiste que tenías hambre. ¡Ufa! pensé, "qué torpe."
Y yo no tengo solución decías ¿no?
Soy un atado de nervios y disparates. La risa.
Extrañaba esa risa curiosa. La forma en que tus movimientos entrecortados y a veces fluidos te hacen ver tan amanerado. Gracioso, gracioso. 

Qué extraño es volver a verte. Que extraño se siente no sentir nada contigo.
Me quedé pensando, y me hizo mal la mañana siguiente, como si estuviesen mis sentimientos tullidos.
Qué extraño es extrañar cuando te quería. 

Fuera de todo protocolo, y con la cantidad de palabras que se agitan zumbando hace unos días en el pecho, privándome del gustoso viaje reciente, del viento salado, de las rocas que silbaban el viento escurridizo hacia el mar, con su brillo e inmensidad, a pesar de toda la belleza vivida, hoy no voy a referirme con delicadeza.

Frente a lo que pueda pasar después, hoy sólo agito la lengua con rabia para decir que estoy cansada. Estoy harta de ser quien se queda, quien observa como todos se van. 
Estoy molesta
No quiero amigos de cartón. 
"En las buenas y en las malas"

Qué disparate. 
A mi me vendieron amistades caducadas. Porque ya ni se construyen al parecer, hay que ganárselas a lomo partido, para que de una mañana a otra, te despidan. Y ni el finiquito ni qué se yo, porque ni en lógica económica puedo encontrarle sentido. Todo termina en un "hasta luego". ¿Y uno qué?

¿Qué se supone que tengo que hacer ahora? ¡Por qué siempre tengo que entender!
¡A la mierda! No porque hoy no quiera entender, es que no voy a justificar más el desapego que tengo que digerir. Si lo escupo, lo lamento, hoy no estoy de humor. 

O simplemente no me digas más que somos amigos, eso no me lo trago. No más.