“… En ese momento, notó que sólo tenía consigo esa obsesión de hablar a solas. Sin compañía, sin amigos, nadie. Allí donde su única amistad era una cajita de pastillas en el cajón de la ropa interior. Incluso eso terminó acabandose. «Quisiera al menos volver a tenerlas… ojalá me refiriera a personas. Sólo las quiero devuelta» caminó en silencio. No podía creerlo. Lloraba por un montón de químicos para dormir

“«Caminar» pensaba, «lo único que me quitaría tan siquiera no el pensamiento de aquellas inútiles pero a la vez efectivas adicciones, sino más bien la energía para pasar del deseo a simplemente la ensoñación, a la posibilidad lejana de llegar a ellas. Quisiera tomar café, pero sólo hay té verde en casa. ¿Cigarrillos? hay una cajetilla con tres cigarros hace más de una semana, y aun no sé de dónde salió. No hay ni remedios para la gripe, me deshice por sospechas de todo lo que pudiese tragar sin dificultades. Así que camino. Camino hasta romperme las calcetas. Camino con pensamientos solitarios e inconexos, a pulso de la voluntad obligada de no tener que estar en casa y pensar en los escondites de una u otra cosa para entretenerme”