Un día afuera

Qué ganas de un café, y de escuchar a algún amigo. Escuchar sus historias, reír sus memorias, sus alegrías. Mirar por la ventana cuando la gente pasa, soñar con el futuro incierto. Dejar por un momento lo que se vive a ratos en la soledad, acompañarse de otro ser solitario, formar memorias para los días que vendrán después. 

Ganas sí, de salir a caminar con el viento, mirar las vitrinas, soñar con el otoño. Imaginar los viajes, salir a otra ciudad, otro país. Pensar en todo lo que hay que hacer como si estuviese lejos, pensar en lo que hay que aprender aún antes de partir. 







Insomnio

A veces tengo insomnio, y comienzo a recordar todas las cosas que hice mal.
O las que, pensando que podrían ir bien, terminaron siendo amargas, o se dibujaron como un trauma en mi cabeza.
Pienso que podría arrepentirme, cierro los ojos para borrar (o volver a guardar en su lugar) aquellos desagradables recuerdos.
Tomo aire y bostezo, tratando de ser vencida por el sueño.
Y termino diciéndome "algún día, debería escribir mis memorias, sacar los demonios que duermen en el día, y despiertan por las noches". También pienso que debería terminar aquél guión que empecé hace un tiempo, re-escribir ese cuento, revisar otros...

Y vuelvo a dormir.

El día que noté que ya no podía beber.

Diciembre siempre se ha caracterizado por su carga importante de trabajo y estrés emocional. Ésta vez, problemas familiares han provocado un desinterés grandioso en actos tan cotidianos como levantarse de la cama.
Hace unos días era tal mi amargura, que pensé "necesito un vino". Peor fue mi reacción cuando recordé que no puedo beber alcohol. El tratamiento no sólo prohíbe el azúcar, pasar más de 4 horas sin comer, o más de 12 horas sin desayunar. También prohíbe las bebidas alcohólicas, y no por las calorías y toda esa vaina, sino por el fármaco que mantiene mi insulina a raya.

Qué fastidio en verdad, hace años que no fumo, trato de hacer deporte y me canso en demasía, y ahora no puedo beber sí quiero, aunque sea una miserable copa de vino.
De todos modos, llevaba tiempo sin beber, desde Octubre más o menos, eso considerando que debo haber tomado ese mes en total, unos dos vasos de cerveza y nada más. Ya bebía muy poco, pero un día en particular, me hizo falta.
Llevo dos meses sin beber alcohol.  Y no es tan terrible la verdad, salvo en días de frustración.

Continuar

Un buen amigo, se enamoró probablemente de la mejor mujer que él conoce. Pero no le corresponde. Él lo sabe, ella también... bueno, en cierto modo. Tuve el descaro de decirle que no abriera la boca, que sin importar las circunstancias, no buscara excusas para abrir el pecho y sacarlo todo. Descaro, porque lo viví y quería ahorrarle todo lo que significa no ser correspondido. Sin embargo, en realidad sólo estoy poniendo almohadas a su alrededor, sabiendo que sin importar lo que pueda decirle, caerá. Y va a doler. 

Eso trajo recuerdos indudables de uno de los momentos más vergonzosos y extraños de mi vida. 

No podría dar detalles, porque ni siquiera estoy segura de qué sucedió. Sólo sé que por muchos años guardé demasiado dolor, malestar, y eso terminó transformándome en la peor versión propia que he conocido. Quizás por eso ahora estoy tan calmada, o "soy fome", no soy "cool", y la verdad no me importa tanto ya. Al principio claro, me sentía como una idiota, perdedora, pero no por un asunto superficial, sino porque me dediqué a perder una infinidad de cosas, entre ellas mi respeto, el amor propio, algunas amistades, algunas debilidades. 

Entre todo eso, recuerdo haber malinterpretado mis sentimientos hacia un "amigo". Y bien entre comillas, porque en realidad me gustaría pensar que hicimos una amistad, pero sólo fuimos dos extraños que se apoyaron en las locuras del otro. Y así tan distantes como cercanos, dejamos de ser. Pero yo no lo soporté, y me puse cada vez más oscura, necesitada, patética. Llegué tan bajo, y las coincidencias me llevaban a topármelo en todas partes, incluso cuando ya no quería ni por casualidad encontrarlo en la calle. Pasaba horas sentada en la parada de buses, en las calles, inventaba excusas para caminar a oscuras y en verdad olvidar su existencia. Y una tarde, en la sobriedad absoluta, le escribí tal escolar un e-mail diciéndole todo lo que se supone que sentía. Tampoco era algo grave, pero que definitivamente su rechazo alimentaba mis fantasías de algo imposible. Suena raro, y lo era. Yo sabía que no me correspondía, y conocía de memoria las palabras que él diría para cuando no aguantara el ardor en mi garganta y le escupiera todo a la cara. No fue necesario "escupir", pero me acerqué precisamente una tarde, llena de pena, para poder confirmar su rechazo. Era bastante innecesario, pero en mi porfía, quería sentir el rechazo a la cara una vez más (como cuando en el colegio se reían de mí, pero ese es otro cuento.) Partió con un molesto "no hagamos esto, por favor". Y yo sólo dije "pero necesito saber...". "Mira, ¿qué quieres que te diga? No. No eres de mi gusto." Y el maldito silencio. Silencio. Y remató con la más extraña de las frases "¿Y cómo estás?". En un impulso, quería pescar mis cosas y arrancar, pero mis pies eran de piedra, sentía ganas de vomitar. "Como la mierda estoy, te juro. Como si se muriera algo dentro". Ni me miraba a la cara, miraba a sus amigos que reían, miraba el pito de marihuana prendido que lo esperaba. Y yo no sé qué expresión tenía, pero a penas pudo, puso su mano en mi hombro y dijo sonriendo "te felicito, en verdad eres valiente. Yo jamás habría hecho lo que tú, digo, nunca me he declarado a alguien. Hay que ser valiente, deberías estar contenta." Las pelotas, en mi mente sólo estabas siendo un maricón. Pero no era cierto. 
Aunque lo evité por un par de años, y sé que él también me evitaba, no sé en qué momento entonces "maduramos". La distancia, el silencio, conocer a otras personas, tocar fondo y volverse una mejor versión de uno mismo, nos volvió a encontrar. Pero de no ser por terminar todo este proceso de la forma en que lo empecé, creo que no lo habría logrado. Un día, decidí pedirle perdón, por toda la mierda que traje a nuestra "amistad", por mis estupideces, por mi locura. Y pensando que simplemente me ignoraría, respondió pidiendo disculpas también (todo esto a través de mensajes de internet). 

Sé que le dije a mi amigo que no haga nada, que no se revele, que no pierda su amistad.
¿Pero quién soy yo para prohibirle cometer sus propios errores y crecer? Quizás termine no siendo un error, al menos yo lo pensé así en un comienzo... Y viendo todo en perspectiva, sé que las cosas pueden terminar mejor. O al menos continuar. 

Pero ya fui.

Pensaba escribirte una carta, de esas llenas de sentimientos variados.
Con felicidad, con tristeza, amargura y alharaca, de esas que no sabes qué sentir o pensar al respecto.
Es que es difícil de tragar que con los años no sé si esto ha sido una relación de amistad o de constante traición. No logro ubicar todo eso en mi corazón sin sentirme afortunada y desdichada al mismo tiempo. Y es que no sé, por más que intento entender, más me pierdo, y más te quiero.
Pero no sé si pueda soportar el constante rechazo, a veces pretendo que no existes para no molestarte ni torturarme más. Y cuando me acuerdo, ahí apareces, con cariños y lindas palabras, me tomas de la mano y se me pasa todo. 
Es como dijo una amiga hace poco, "perder a un amigo, es peor que cualquier ruptura", y ¡cresta que tenía razón!. 
Y es que tampoco quiero alejarme, pero ¡te vas!. Así sin más, te largas otra vez. Y ¿qué voy a hacer? Obvio que estoy feliz por ti, más que nunca. Ya no habrán excusas para no vernos, porque la evidencia dejará que me tranquilice, que me consuele con que estarás a kilómetros de mi. 

Lo triste es, que aún quedando tiempo, ya te has alejado. 
Es como si ya hubieses partido, y yo no fuese más que un recuerdo en el camino. 
Alegre, amargo, borroso. Pero ya fui. 

Km

Pensaba en ti, corría como si te volviera a ver.
Crucé la sombra perfumada del jacarandá,
la sonrisa que guardaba para ti entonces apareció. 
Sabía que no te iba a encontrar, que me encontraba a kilómetros de ti. 

Y aunque cueste tanto encontrar las palabras precisas,
aunque llene de lágrimas mis recuerdos cuando viajo sin ti,
y suena tonto, lo sabes bien, pero se siente tan bien. 
Saber que estoy lejos y no dejo de imaginarte aquí.

Pasan silenciosas las tórtolas por el jardín, 
la gente parece inmensamente distante.
Y cuando recuerdo tu ausencia la música se detiene, 
hasta el más dulce sentimiento se vuelve amargo. 

Pensaba en ti, corría sabiendo que no te vería esta vez. 
Crucé la sombra perfumada del jacarandá,
y guardé este fin de semana la sonrisa que tenía para ti. 
Cruzaré los kilómetros, la neblina, las montañas, 
y sé que tal vez mañana te vuelva a ver. 

Ordenar

Le tengo más miedo a la muerte que a la gente. Irónico a fin de cuentas, porque son las acciones de las personas las que más hieren, las que pueden matar fríamente. Quizás por eso paso por lapsos de encierro, de no ver a nadie. Tampoco es que odie a todo el mundo, tengo amigos y por algo han estado circulando en las buenas y en las malas situaciones de la vida. Pero también estoy consciente de que muchos de ellos también necesitan aislarse, desaparecer para estar consigo mismo, e incluso cambiar de ambiente, de ciudad, de país... Alejarse de las mayores posibilidades de enfrentar la muerte.
He sufrido más dolores de cabeza este año, y ha decir verdad me da miedo ir al médico. No quiero malas noticias, quizás prefiero pensar que un día me voy a extinguir, pero habré vivido a concho día a día como si la vida no se fuese a acabar. La más recurrente de mis pesadillas es el diagnóstico de un cáncer cerebral o algo por el estilo. Terrible, en verdad.
Paradójicamente, volviendo al primer punto, me gustaría tener menos "redes sociales de internet" y conseguir mayores recuerdos con gente de carne y hueso, y no a mí misma frente a una pantalla.
También quiero hacer más ejercicio, pero me cuesta, ya no tengo las aptitudes de antes y eso me entristece.
Me gusta cantar en la casa, en la pieza, en el baño. A veces sueño con que vuelvo a un coro, a un grupo, a que me quito la inseguridad de encima y trabajo la voz, porque me apasiona. Pero tengo demasiado miedo y prefiero cantar a solas, ojalá con la casa vacía. De hecho, es lo que hago, busco lyrics y me pongo a practicar cuando me encuentro sola.
Quisiera encontrar la cura para el bruxismo, ya no recuerdo lo que es descansar, tomar una siesta o dormir 8 horas sin apretar la mandíbula, sin rechinar los dientes y sufrir intensos dolores de cuello y mejillas por eso.
Y quizás por sobre todo, me encantaría poder hacer mi vida sin sentirme culpable por entregar tiempo a mí misma y a mis amigos. Amo a mi familia, pero sé que son demasiado importantes para mí como para dedicarle tiempo a los demás, incluso a mí misma. Siento la necesidad de ser menos egoísta con ellos y ayudarlos. No me siento culpable por haberme ido de la casa a estudiar, para nada. Pero sí siento la necesidad de estar ahí, porque no conocen otra cosa que vivir todos juntos, cuando en verdad ya deberían estar construyendo sus vidas por separado.

No sé, quizás sólo divago.
Pero puede servir para ordenar los sentimientos.

Señales

Ayer un grupo de individuos no encontró nada más estimulante que entrar a la casa de una mujer sola y robarle la camioneta. Oí a lo lejos sus gritos, pero era bastante cerca, unas casas más allá (el pasaje que sigue a éste.) Pensé lo peor, imaginé que era un robo, me enteré luego de los detalles.

Comenzaba la lluvia, despacio pero ensuciaba lo suficiente el ambiente como para distinguir alguna cosa segura. Estoy en cama hace dos días y a penas pude sentarme sobre la cama para tratar de escuchar lo que sucedía. Oía pasos, gente corriendo, más gritos. Los vecinos salieron a auxiliar a esta mujer sola, lograron atrapar a uno de los polizones, al más joven. Lo retuvieron en el piso, lo golpearon, él exigía piedad, que no lo siguieran torturando. Con el botín en el suelo, los vecinos llamaron a la policía, pero antes de oír siquiera las sirenas, escuché un golpe contra una reja, como si se estuviese zarandeando (asumí que estaban escalando la reja de alguna casa.) Los que alcanzaron a huir, ataron una cadena en la reja del pasaje, y con la ayuda de un automóvil tiraron abajo la división entre la villa y la calle principal. Escuchamos los disparos, fueron 4. Dos de ellos impactaron en dos vecinos, uno de ellos el de la casa siguiente a ésta. Supe que fue llevado a la posta, una herida de bala en la pierna (por suerte, dijimos nosotros.)
Se llevaron al joven, huyeron con la camioneta.
A los minutos escuchamos las sirenas de carabineros, pero ya era demasiado tarde.

¿Lo era? Yo me preguntaba con el miedo y el sabor amargo de la inseguridad:
¿Y si los hubiesen dejado huir? ¿Pegarle a un menor para recibir de vuelta un par de balazos?
¿Por qué en una villa como ésta, de clase media, de gente esforzada, trabajadores independientes, profesores, jubilados, estudiantes... a quién puta quieren cagarse? ¿A los que pagan impuestos para que otros se sigan enriqueciendo y para que las cárceles se llenen día a día? ¿Hasta cuándo?
Y no, no estoy mirando en menos a los que tienen que robar para pagar su vida, es el maldito sistema falto de equilibrio, es el capitalismo de mierda que basa su sistema en una vida desigual, en el consumo, en el obtener a toda costa, lo que te enseñan desde pequeño a codiciar.

Dos días antes de todo esto, pasó frente a nuestros ojos un automóvil rojo (más bien un tipo "jeep") a más de 100 km/hr. Dobló fuerte la esquina y sus tripulantes bajaron corriendo. Una joven madre con su pequeño de la mano nos advirtió "vienen arrancando". Luego de ver eso, una camioneta de la policía pasó corriendo tras el auto (asumimos robado). Llevábamos unas bolsas de verdura en las manos, caminamos rápidamente en silencio por la Jaime Eyzaguirre para cruzar a la villa otra vez.
"En estas situaciones, nunca hay que estar de parte de los pacos", me dijo.
Suspiré angustiada. Debimos tomarlo como una señal.

Always knew it would come to this


No esperes

No sabes cuánto me gustaría ser más,  pero probablemente creas que son puras palabras,  porque nada es suficiente contigo. "Debo partirme en dos" dijo Silvio, y puta que es cierto.  Porque no puedo lidiar con los mismos problemas de siempre y sumar los tuyos, con suerte puedo, para variar, dar palabras, entregar un poco de mi tiempo, darte los ánimos que me hacen falta.
Pero otro invierno me congela la sangre, me derrota sin reproches y me deja sin aliento. No me pidan que sea distinto, no les daría mis demonios a nadie, no puedo quemar casi 20 años de dolor, de miedo, de mierda. Sí,  todos sufrimos, cada quien ve cómo sigue viviendo su amargura. Pero ten en consideración que sigo siendo humana y puedo quererte a pesar de todo. Sólo a veces no esperes tanto de mí.

Hasta la próxima tormenta

Sacarlo todo (o al menos casi todo), para volver a guardarlo dentro. Para ocultarlo del sol y de mí misma. Ordenar el almanaque de tristes sucesos que me han hecho la persona que soy hoy, y que probablemente varíe un poco de la que seré mañana.
Quién sabe.

Lo cierto es que no volveré a hablar del asunto, ni asumiré que debo hacerlo. 
Quedará allí resguardado hasta la siguiente lluvia. 

Hasta que crea nuevamente en la locura de sacarlo todo para encontrar soluciones. Probablemente encuentre mi soledad, lo que guardo dentro tras todas esas cajas de recuerdos amontonados, que me llevan de arriba a abajo en un momento. Que a veces guardan sonrisas entre sus objetos, entre los tibios rayos de sol que aparecen de pronto. 

Sí, será hasta la próxima tormenta. 

Retomando lo que dejé.

-       No estás bien, y tú lo sabes.
-       No, es que tú no entiendes, te necesito. Y sé que tú también, no lo niegues.
-      Esto no está bien- le contesté fríamente- ya basta. - Me observó en silencio un par de segundos, pero fue suficiente para que me quemara por completo. Y es cliché, lo sé, pero sentía en la garganta en ese amargo nudo que todo estaba por acabar. Sin embargo, jamás podemos estar del todo seguros, es como si el corazón nos guardara aun más sorpresas, como si la adrenalina no se agotara nunca y el pecho se incendiara con la fricción de nuestro corazón. Con los ojos cargados de ira, vi en ellos el más frío atardecer de su vida. Su cuerpo de pájaro tiritaba como si un chorro de agua la hubiese cubierto, su cabeza se agitaba sin poder comprender mis palabras, absorta negando nuestro final. El miedo que sentí en ese momento me invadió completamente, casi sin dejar espacios para pensar. Todo regresa aunque quisiera olvidarlo, como un mal sueño que no te deja respirar. 
-    ¿Qué ha cambiado? - me suplicó. Lloré con rabia, y le tomé las manos. Pero ella las apartó rápidamente – Dime ¿qué fue lo que te hice?- gritó algo más alterada.
-       Nada, tú no has hecho nada… O quizás sí, no lo sé-
-       ¿Y qué es lo que sabes? Dime de una puta vez qué es lo que sabes. Pensé que me querías, pensé que esto iba en serio-
-       Nunca ha dejado de serlo. ¿No lo sería acaso después de todo esto?-
-       ¿Y entonces qué? ¿Qué cambió?- Ella aferró sus manos a mis brazos, sentía sus uñas entrando en mi piel. Cerré los ojos por un momento. Creí que moriría en el intento de hablar.
-       Yo… yo no puedo. No puedo- Sentí náuseas, asco de mis palabras.
-       No has vivido ni la mitad de esta vida, ¿y ya te arrepientes?- dos tibias lágrimas caían por su rostro.
-       Betty…
-       No me digas así. No…- Creí que me golpearía o algo, fruncía los labios por la rabia y sus uñas estaban cada vez más dentro de mí. Traté de susurrarle que me soltara, pero eso podía empeorarlo todo. No sabía absolutamente nada de lo que vendría después y en verdad un par de heridas en los brazos sería el menor de mis problemas.
-       No me arrepiento de nada. Pero esto no puede seguir-. Se soltó de mis brazos y retrocedió lentamente sin parar de llorar. Me miró nuevamente, como si esperara que mi respuesta fuera distinta, pero sólo encontró mi negación, mis ganas de salir corriendo y no volver a verla. Pero en el fondo sólo hubiese deseado volver, aunque hubiese huido sé que mi instinto me traería de regreso a ella.

No sé si fue por inercia, pero tomé mi bolso y comencé a caminar. Sólo oía mis pies arrastrándose sobre la tierra y los sollozos de Beatrice a lo lejos. Sentía mis zapatos pesados y sólo quería llegar a mi cama y llorar en paz, lejos de ella, ahogarme en mi estupidez y cobardía. No alcancé a llegar a la puerta de su casa que comunicaba al patio cuando creí escucharla decir algo. Miré sobre mi hombro lentamente.

-    Dime, ¿no te arrepientes de nada? ¿de nada en verdad?- En su mano se extendía el revolver. El mismo con el que su padre se quitó la vida una vez jubilado, esa pistola que yo ya conocía. Me puse de frente a ella sin poder creer lo que veía, su mano tiritaba infatigable, sus ojos se empañaban en lágrimas. Todo el amor que alguna vez sentí parecía desvanecerse en esa imagen, en el odio que sentía por su violencia, por su falta de cariño y comprensión. Por mis miedos y el egocentrismo que sentí cuando estuve con ella. Todo era mi culpa, no la supe entender, no pude cuidarla lo suficiente. Cerré los ojos, y sin entender por qué dejé de llorar. Pensé en mi madre, en mi padre, y extrañamente pensaba también en ella. Por un instante me arrepentía de todo, una parte de mi quería acabar con todo esto y volver con ella. Pedir perdón por todo lo que había dicho.  
-   Si no te arrepientes… - dijo con voz quebrada - ¿no te importa… si te mato? Estarás viva para mí… Como un recuerdo, ¿de eso se trata no? Somos inmortales mientras alguien nos guarde en su memoria… -
-       No me importa. Y es justo. Me sentí libre… pero es probable que te haya sometido sin darme cuenta. Que haya oculto mi egoísmo en amor. Está bien… es lo justo-
-       Me estás mintiendo
-       Sí- respondí desafiante. Agachó la vista observando el arma. – Sí te miento. Nadie merece morir por sus errores, no es lo justo. Pero sí es cierto que me sentí libre… hasta cierto punto.
-       Me alegro por ti. Pero no puedo dejarte ir - apuntó a su sien y crujió el calor del disparo. Pude ver cómo su cuerpo caía lentamente, como si Cronos en mi amargura regalara una eternidad a cambio de su vida. Intenté en vano atraparla con mis brazos, como si eso le devolviera la vida. Un grito desgarrador me apuñaló el alma sin poder creer aun que esta vez la bala había acertado contra su vida. La apreté entre mis brazos y lloré aun más fuerte. Sentí las voces de los vecinos, alguien mencionó su nombre entre medio de los gritos. A miles de kilómetros de mí, una sirena de policía sonaba asfixiada, recuerdo a dos hombres bajando de la ambulancia, haciéndome preguntas que para mí carecían de sentido. Un brazo fuerte me recogió, y me arrebataron a mi avecilla para siempre.




 (Tonada para Sofía, nueva versión)


Creo que fue lo mejor. (Puede como no puede ser)

Dije todo lo que se supone debí decir.
No voy a mentir, todo me causó una curiosidad muy intensa, pero a la vez un dolor inexplicable. Nada hacía sentido en sus palabras, por qué ahora, por qué yo precisamente, con todas mis fallas y estupideces, con mi orgullo de mierda y todos mis defectos.

Dije lo que "era correcto" para salvarlo. Para que no cambiara brutalmente su forma de verme, la manera en que creía que yo era. Fue pensando, para que sufriera menos que al conocerme bien. Para que no se convirtiera en otro más que desaparezco del camino de mis recuerdos. Suena estúpido decir que hice todo esto para salvarlo.

Porque en parte es cierto, y por otro lado, lo hice para recuperarme, para no creer una vez más en algo que sólo se veía hermoso en la literatura.
Nunca sabré si hice lo correcto, pero por como van las cosas, creo que fue lo mejor.

Nido

Soy feliz con lo que tengo, con quienes puedo contar. Feliz con el tiempo que a veces se detiene, y puedo encontrar viejas amistades conservadas con amor. Pero la ansiedad me mata, pensar en el futuro me trae pesar, y pienso que sólo tengo falta de cosas tan pequeñas, pero que llegar a ellas requiere un esfuerzo titánico.

Sólo quiero un hogar. Y un gato, ojalá dos. 
Y si la casa es más grande, un perro pequeño o mediano. No quiero lujos, no quiero un palacio.
Quiero mi nido. 

06

Ojalá se pudra todo. Que no brote nada más en este jardín con tu nombre. Amargaste el agua y secaste la tierra por un par de palabras necias

Todos merecemos crecer y ser felices

A veces me martilleaba la cabeza (y aun lo hago en ciertos periodos) pensando en todo lo malo que le había ocurrido a mi corazón. En mis arranques de rabia, de tristeza, en los días que no pude dormir, en los que no podía comer. En los que permanecí en cama maldiciendo mi suerte, en los que no paraba de llorar sólo para deshidratarme y dejar la muerte entrar a mis sábanas. Pero en vez de todas esas cosas, y aunque las tuve por unos meses, en su ausencia tuve compañía. Pequeña, frágil, pero compañía al fin y al cabo. Acompañada de caricias, sonrisas, viajes, cafés y dulces. Tuve palabras de aliento, oídos atentos, un amor más importante que el que creí perder algunas veces. Sé que sólo me había enamorado una vez, y que las otras veces fueron tristes ilusiones de mí misma, miedo a sentirme querida, a valerme por algo más que mi amargura y mi brutalidad. Pero aprendí que no sería la última vez para estar en las nubes, y llegar incluso más alto. 

Pienso a veces en los golpes, en los abusos, en el miedo. Pero veo hoy a los amigos que sufren, y siento una necesidad imperiosa por estar ahí. No sé si será porque antes estuve sola, porque no me atreví a abrir mi corazón y dejarles pasar, porque me oculté tanto tiempo en la mierda que me rodeaba y me ahogaba sin sentido. Pero no puedo dejarlos, yo he sufrido, no más que ellos probablemente, pero he visto tantas veces mi flaqueza que siento la necesidad de no abandonarlos, no dejar que ellos mismos se abandonen... Sé que no soy ejemplo de nada, pero no puedo dejar que se den por vencido. Todos merecemos crecer y ser felices, aunque cueste salir de nuestros propios infiernos y avanzar sin mirar atrás. No soy quién para decírselos, pero al menos el amor que les tengo por ser ellos mismos, me mueve para apoyarlos una y otra vez. ¡No se rindan! Que yo no me rendiré. 

Conversación Nocturna

- ¿Por qué no gustas de tu cuerpo?
- Tengo marcas, estrías, manchas, lunares, celulitis... tengo muchas razones para evitar la luz
- Yo creo que eso no tiene importancia. Es como con los gatos
- ¿Cómo así?
- Algunos tienen rayas, otros manchas, lunares... Yo pienso que tienes la piel como la de un gato. Siempre tibia, suave y con patrones.

Luz

Cierro los ojos y busco en la ausencia de luz los secretos, los deseos ocultos.
Chispas que se esparcen súbitamente, que revelan más de lo que alguna vez esperé.