Hasta la próxima tormenta

Sacarlo todo (o al menos casi todo), para volver a guardarlo dentro. Para ocultarlo del sol y de mí misma. Ordenar el almanaque de tristes sucesos que me han hecho la persona que soy hoy, y que probablemente varíe un poco de la que seré mañana.
Quién sabe.

Lo cierto es que no volveré a hablar del asunto, ni asumiré que debo hacerlo. 
Quedará allí resguardado hasta la siguiente lluvia. 

Hasta que crea nuevamente en la locura de sacarlo todo para encontrar soluciones. Probablemente encuentre mi soledad, lo que guardo dentro tras todas esas cajas de recuerdos amontonados, que me llevan de arriba a abajo en un momento. Que a veces guardan sonrisas entre sus objetos, entre los tibios rayos de sol que aparecen de pronto. 

Sí, será hasta la próxima tormenta. 

Retomando lo que dejé.

-       No estás bien, y tú lo sabes.
-       No, es que tú no entiendes, te necesito. Y sé que tú también, no lo niegues.
-      Esto no está bien- le contesté fríamente- ya basta. - Me observó en silencio un par de segundos, pero fue suficiente para que me quemara por completo. Y es cliché, lo sé, pero sentía en la garganta en ese amargo nudo que todo estaba por acabar. Sin embargo, jamás podemos estar del todo seguros, es como si el corazón nos guardara aun más sorpresas, como si la adrenalina no se agotara nunca y el pecho se incendiara con la fricción de nuestro corazón. Con los ojos cargados de ira, vi en ellos el más frío atardecer de su vida. Su cuerpo de pájaro tiritaba como si un chorro de agua la hubiese cubierto, su cabeza se agitaba sin poder comprender mis palabras, absorta negando nuestro final. El miedo que sentí en ese momento me invadió completamente, casi sin dejar espacios para pensar. Todo regresa aunque quisiera olvidarlo, como un mal sueño que no te deja respirar. 
-    ¿Qué ha cambiado? - me suplicó. Lloré con rabia, y le tomé las manos. Pero ella las apartó rápidamente – Dime ¿qué fue lo que te hice?- gritó algo más alterada.
-       Nada, tú no has hecho nada… O quizás sí, no lo sé-
-       ¿Y qué es lo que sabes? Dime de una puta vez qué es lo que sabes. Pensé que me querías, pensé que esto iba en serio-
-       Nunca ha dejado de serlo. ¿No lo sería acaso después de todo esto?-
-       ¿Y entonces qué? ¿Qué cambió?- Ella aferró sus manos a mis brazos, sentía sus uñas entrando en mi piel. Cerré los ojos por un momento. Creí que moriría en el intento de hablar.
-       Yo… yo no puedo. No puedo- Sentí náuseas, asco de mis palabras.
-       No has vivido ni la mitad de esta vida, ¿y ya te arrepientes?- dos tibias lágrimas caían por su rostro.
-       Betty…
-       No me digas así. No…- Creí que me golpearía o algo, fruncía los labios por la rabia y sus uñas estaban cada vez más dentro de mí. Traté de susurrarle que me soltara, pero eso podía empeorarlo todo. No sabía absolutamente nada de lo que vendría después y en verdad un par de heridas en los brazos sería el menor de mis problemas.
-       No me arrepiento de nada. Pero esto no puede seguir-. Se soltó de mis brazos y retrocedió lentamente sin parar de llorar. Me miró nuevamente, como si esperara que mi respuesta fuera distinta, pero sólo encontró mi negación, mis ganas de salir corriendo y no volver a verla. Pero en el fondo sólo hubiese deseado volver, aunque hubiese huido sé que mi instinto me traería de regreso a ella.

No sé si fue por inercia, pero tomé mi bolso y comencé a caminar. Sólo oía mis pies arrastrándose sobre la tierra y los sollozos de Beatrice a lo lejos. Sentía mis zapatos pesados y sólo quería llegar a mi cama y llorar en paz, lejos de ella, ahogarme en mi estupidez y cobardía. No alcancé a llegar a la puerta de su casa que comunicaba al patio cuando creí escucharla decir algo. Miré sobre mi hombro lentamente.

-    Dime, ¿no te arrepientes de nada? ¿de nada en verdad?- En su mano se extendía el revolver. El mismo con el que su padre se quitó la vida una vez jubilado, esa pistola que yo ya conocía. Me puse de frente a ella sin poder creer lo que veía, su mano tiritaba infatigable, sus ojos se empañaban en lágrimas. Todo el amor que alguna vez sentí parecía desvanecerse en esa imagen, en el odio que sentía por su violencia, por su falta de cariño y comprensión. Por mis miedos y el egocentrismo que sentí cuando estuve con ella. Todo era mi culpa, no la supe entender, no pude cuidarla lo suficiente. Cerré los ojos, y sin entender por qué dejé de llorar. Pensé en mi madre, en mi padre, y extrañamente pensaba también en ella. Por un instante me arrepentía de todo, una parte de mi quería acabar con todo esto y volver con ella. Pedir perdón por todo lo que había dicho.  
-   Si no te arrepientes… - dijo con voz quebrada - ¿no te importa… si te mato? Estarás viva para mí… Como un recuerdo, ¿de eso se trata no? Somos inmortales mientras alguien nos guarde en su memoria… -
-       No me importa. Y es justo. Me sentí libre… pero es probable que te haya sometido sin darme cuenta. Que haya oculto mi egoísmo en amor. Está bien… es lo justo-
-       Me estás mintiendo
-       Sí- respondí desafiante. Agachó la vista observando el arma. – Sí te miento. Nadie merece morir por sus errores, no es lo justo. Pero sí es cierto que me sentí libre… hasta cierto punto.
-       Me alegro por ti. Pero no puedo dejarte ir - apuntó a su sien y crujió el calor del disparo. Pude ver cómo su cuerpo caía lentamente, como si Cronos en mi amargura regalara una eternidad a cambio de su vida. Intenté en vano atraparla con mis brazos, como si eso le devolviera la vida. Un grito desgarrador me apuñaló el alma sin poder creer aun que esta vez la bala había acertado contra su vida. La apreté entre mis brazos y lloré aun más fuerte. Sentí las voces de los vecinos, alguien mencionó su nombre entre medio de los gritos. A miles de kilómetros de mí, una sirena de policía sonaba asfixiada, recuerdo a dos hombres bajando de la ambulancia, haciéndome preguntas que para mí carecían de sentido. Un brazo fuerte me recogió, y me arrebataron a mi avecilla para siempre.




 (Tonada para Sofía, nueva versión)


Creo que fue lo mejor. (Puede como no puede ser)

Dije todo lo que se supone debí decir.
No voy a mentir, todo me causó una curiosidad muy intensa, pero a la vez un dolor inexplicable. Nada hacía sentido en sus palabras, por qué ahora, por qué yo precisamente, con todas mis fallas y estupideces, con mi orgullo de mierda y todos mis defectos.

Dije lo que "era correcto" para salvarlo. Para que no cambiara brutalmente su forma de verme, la manera en que creía que yo era. Fue pensando, para que sufriera menos que al conocerme bien. Para que no se convirtiera en otro más que desaparezco del camino de mis recuerdos. Suena estúpido decir que hice todo esto para salvarlo.

Porque en parte es cierto, y por otro lado, lo hice para recuperarme, para no creer una vez más en algo que sólo se veía hermoso en la literatura.
Nunca sabré si hice lo correcto, pero por como van las cosas, creo que fue lo mejor.

Nido

Soy feliz con lo que tengo, con quienes puedo contar. Feliz con el tiempo que a veces se detiene, y puedo encontrar viejas amistades conservadas con amor. Pero la ansiedad me mata, pensar en el futuro me trae pesar, y pienso que sólo tengo falta de cosas tan pequeñas, pero que llegar a ellas requiere un esfuerzo titánico.

Sólo quiero un hogar. Y un gato, ojalá dos. 
Y si la casa es más grande, un perro pequeño o mediano. No quiero lujos, no quiero un palacio.
Quiero mi nido. 

06

Ojalá se pudra todo. Que no brote nada más en este jardín con tu nombre. Amargaste el agua y secaste la tierra por un par de palabras necias