El viaje

Ella espera el viaje para extrañar. Para sorprenderse, para respirar. Para reencontrar esa nostalgia de sentirse extranjero y nuevo, para pensar sin ser pensado más que una visita, una sombra. Ella espera el viaje para sentirse sola en su alegría y recordar que en una no casa, le espera el hogar más dulce y seguro. 

Ellos quieren viajar porque se les acaba el tiempo. Porque están canosos y cansados, con el corazón fatigado en injusticias y planes que no lograron. O están a medias. O no son lo que esperaban. Pero ahora es tiempo, ahora sí. Su viaje y que sí resulte como han planeado. Reencontrarse en una ciudad extranjera y reforzar la idea del "uno para el otro", de que toda la vida ha valido el esfuerzo, la rabia y la pena. Y las alegrías, por qué no. 

Él desea un viaje sin fronteras. Vivir la vertiginosa experiencia de desear y vivir, y en el deseo seguir deseando y seguir viviendo, detenerse al viento frío y sonreír a las montañas. Recorrer sin importar el día, ni el mes, ni el año. Ajustarse al mundo que lo mantiene atado a esta vida y recorrerlo sin más temor que dejar de existir. Y en el silencio agotar los sonidos que lo enloquecen, lograr en el equilibrio el brote de su dulce corazón.

Ella espera el viaje y el retorno, para sentirse sola en su alegría y recordar que en una no casa, le espera el hogar más dulce y seguro. Su corazón.

Atentamente.

Ayer acostumbraba el peso de un mal tiempo.
De un mal pasado, allí sobre la mesa más simbólica que nada.
Recordaba la sombra y el sonido del zumbido algo sordo entre los gritos. 
No había razón para sentir dolor. 
Más ahí estaba, y en verdad me importó un carajo tu censura. 
Me vale madre.

No tengo respeto a quien con fuerza calla. Ni por locura ni certezas.
Tú ultrajaste mil veces mi paciencia, 
por estallar tan frágil, por quedarme en la violencia de tus palabras.
No hay respeto en el temor.

No contengo y ya no caigo. 
Sin entender preferí callar.
Sí, resguardar el pensamiento a su posibilidad de esfumarse,
porque no vale la pena ante el puño enrojecido.
Porque no temo a tus golpes sino fatigan mi conciencia,
la posibilidad de amar de alguna manera y resguardarme en tu sangre.

A mi, con sinceridad, me valen madre.