Cosas Extrañas

No sé si es porque llevo un tiempo tratando de reprimir algunos sentimientos, o porque mi sangre se llenó en hormonas, pero viendo una serie de Netflix, casi lloro en cada instante. Por diversas razones.
Quizás es porque hace día comenzaron a brotar recuerdos, sentir ese vacío en el estómago, el de la pieza equivocada, "la que no encaja aquí", ni en los compañeros del colegio, ni los de la universidad, ni siquiera entre los primos, tíos... 
Pero que logró encontrarse con otras partes defectuosas, las llenas de ganas de vivir sin importar el qué dirán. 
Me sentí identificada con ellos, sentí que una ficción me tocaba directamente entre las costillas, lograba abrir esa grieta que trato de tapar día a día, en cada intento por socializar. 

Qué rollo. 

Preguntas para Benjamín

El primogénito (y también el último)
Sin bautismo, ni segundo nombre,
pero no por eso menos bueno, ni menos justo.

¿Dónde fue que aprendiste el tango?,
¿De qué labios oíste tantos consejos?
¿Cómo hacías para plantar una piedra y cosechar sus brotes?
¿Cómo llegaste a ser futbolista y boxeador?

Los tres dedos que presionan la frente para las migrañas,
Los proverbios, los secretos naturales.
¿Quién te dio el primer cigarrillo que trajo el cáncer?
¿Dónde fue que conociste a la hija de Leonor?

Tu padre Juan nunca se llevó a Eloisa del Cementerio General.
¿Sabías de tu abuelo León?
Elena era tu abuela, ¿la conociste alguna vez?
¿Estarán todos juntos ahora? Pero tú no creías en el después

Me debías ese tango, ¿lo bailaremos alguna vez?


Pero no es tarde.

Bebo muchas veces del lado amargo del río,
Me quejo de las vicisitudes de la vida controlada por el capital,
por no tener siquiera para comprar alguna experiencia.
Me muerdo la conciencia cuando decido finalmente gastar el equivalente de mi tiempo
en papel y metálicos, para darme algún tipo de satisfacción materialista
o por lo menos para alimentar sano el cuerpo interna y externamente.
Ah, la paso mal cuando la quiero pasar bien.
Me corrompe la ira, estalla en los intestinos y paso días enferma como si me hubiese envenenado.

Entonces cegada por tanta estupidez, pierdo muchas cosas.
Pierdo la sonrisa, pierdo los gestos silenciosos de mis padres,
su infinito apoyo, sus "vamos pa' delante, que vas a poder",
me excuso y arruino las caricias de los amigos, del compañero.
Me extravío en un mar de llanto y traumas, navego sola sin pedir auxilio,
cuando la cuerda hace rato me la habían arrojado,
llegando a la otra orilla, de la auto compasión, miro atrás y veo cuánto salvavida flotaba allí.

Ah, para qué crucé.
Me caí en el resbaladizo fango, yo mismita me dirigí al auto sabotaje.
Pero no es tarde, puedo volver.

Llega la noche

Subías cada noche, como un secreto, oía tus pasos sorteando cada peldaño, podía sentir tu sueño.
Y entonces me emocionaba, me saltaba el corazón del pecho como si estuviese enamorada.
A veces dormía y me acariciaba tu perfume cuando me observabas ahí. A veces me hablabas, y balbuceaba con una sonrisa alguna respuesta.
Con los años subías menos, llegabas directo a tu cama con los ojos cansados, luchando contra la inercia, y decidimos bajar a saludarte, conversar un rato, hacerte reír.
Qué extraño se ha vuelto llegar por las noches y ser yo quien va a saludarte mientras duermes, sentir tu perfume apagándose en las sábanas, verte envuelto en el capullo de tu cama, preparando la metamorfosis de la vejez.

Pensando en qué hice mal.

Confundiste muchas veces la necesidad de tenerte aquí, de sentir tu compañía, tu apoyo, con adquirir objetos, llevar un buen pasar.
Llegaste a banalizar nuestra relación como un simple intercambio comercial, tu me comprabas algunas cosa y todo estaría bien, estaría tranquila.
Te oí decir que tu cercanía radicaba en nuestros gustos similares por la comida y los libros, las películas, la música a veces. Pero no en amor, no en complicidad.
Leí triste sus palabras, "nuestras primeras hijas fueron bendiciones, luego hubo una pérdida y sufrimos mucho. Luego vinieron los otros tres".
No puedo decir que son malos padres, que no nos aprendieron a querer. No puedo ser tan injusta, ni malgastar tiempo degradando sus esfuerzos, su necesidad de no fallar una vez más, de ser buenos.
Pero no voy a negarlo, me dolió de nuevo cuando les pedí que por favor no me dejaran a mi suerte, que estuviesen ahí también. Y su respuesta fue "es que eres más independiente, es que no podemos tratarte igual, porque todos son diferentes, no nos necesitan de la misma manera." Y traté tanto tiempo de convencerme, que era innecesario, que yo no merecía más afecto, que yo me fui, que me arranqué a estudiar para encontrar un rumbo.
A veces la oía en sus fugaces mea culpa, "debimos estar más presente, debimos hacer algo". "¿Cómo pasaron 8 años y nunca mejoramos las cosas?".

Dormí por años en un colchón de resortes sobre un suelo húmedo de madera, agarré lumbago y otras molestias. Me quejaba a veces, medio en broma, medio en serio, consolándome "ya tendré dinero, y me compraré una cama hermosa". No lo logré.
Y tampoco se los reclamé, jamás los encaré por su falta de interés. Yo era una boca menos que alimentar, y siempre fui obstinada, así que ahora tenía que ser más fuerte, tenía que arreglármelas.

Hoy sólo quería tu abrazo. Y sutilmente sentí tu mano haciéndome a un lado. Sonreí con tibieza, pensé "así es él". Para ver unas horas después cómo abrazabas a mi hermana, con genuino amor, con ternura.
Quizás no soy la favorita, nunca he pretendido serlo. Pero no me nieguen las preferencias, prefiero aceptar que he partido hace mucho tiempo, y que no merezco cariño menos distante que el que recibo a veces, cuando regreso por unos días a escuchar sus quejas, sus aventuras, las nimiedades más diversas, lavar sus platos y sus lágrimas cuando algo les sale mal. Prefiero lo admitan, para dejar de darme vueltas amargamente en la cama antes de partir como cada domingo, pensando en qué hice mal.

Me lo he ganado

Bueno, la vida es un ciclo, y he vuelto a esos tragos amargos.

Es mejor si se alejan, lo harían de todos modos.

Incluso tú, alguna vez lo hiciste, y fue tremendo dolor. Y creo que a raíz de eso, dejé de sentir pena por mí misma.

Me lo he ganado.

El reclamo del pesimista

Con todo el amor, con todo el respeto, con todas las buenas intenciones, buenas palabras, bellas sonrisas...

¡Dejen de decir que todo saldrá bien, si no está haciendo algo para ayudar! ¡Las cosas no se solucionan mágicamente! ¡Si he acudido a usted es porque necesito ayuda! Es mi forma de pedir acciones, no suplementos, no "ánimos", algo que en verdad mejore las cosas. 


Al borde del abismo, 
con los pies temblorosos, con la voz rota.

Sin vuelta atrás, sin vuelta porque o sino regreso a las dudas. 
Ya no es necesario que hayan golpes, las palabras bastan para entender que debemos despegar. 

Pero no hay papeles suficientes, no hay justificaciones, no hay oportunidades a la vista. 
Lanzarse al vacío, comprometer la vida por vivirla demasiado.

Temor.

Quisiera en verdad tener la solución a todo lo que provoqué. 

Juan

Eras medio ermitaño.
No gustabas de los grupos de personas, ni de las celebraciones.
Comías, dormías, escuchabas música, todo en tu cuarto.
Gustabas de la cerveza, de los embutidos, la comida rápida y la casera.
Sufrías con las injusticias, simpatizabas con los que luchaban y los que marchaban por un país mejor.
Trabajabas en horarios detestables, debías cambiar tus sueños por el sol y a veces por la luna.
Caminabas pesado, del baño a la pieza, de la pieza a la cocina.
La porfía era tu aliada, disfrutabas como un niño de los programas infantiles.
Veías el Chavo del 8 en la televisión, mirabas videos de trenes y sus viajes al sur por internet.
Siempre sentí que querías viajar, recorrer los paisajes del país y regresar a la rutina. Nunca lo hiciste.

Y ahora, has cogido el último recorrido, la estación de la tranquilidad.
Quiero recordarte así, como el tímido e introvertido hombre que conocí.
Al que no le importaba saludar o despedirse, pero que siempre estaba allí, pendiente de los demás.
Aunque su figura se quedara en las sombras, aunque a propósito se aislara de la realidad.

Buen viaje Juan, gracias por las conversaciones, y por las que quedaron pendiente.



El silencio

¿Por qué se da que el silencio se interpreta a veces como odio? ¿Como enfado? 
¿Acaso no es también señal de calma, de abstracción? 

¿No quieren acaso que las cosas sean tomadas con calma? ¿Con cautela?

Si he decidido no acercarme, no hablar, es por sanidad mental y espiritual. No porque te odie. 

No le den importancia a algo que es totalmente personal, a menos que a ustedes les afecte directamente. En ese caso, siempre estoy dispuesta a oír, a conversar. 

El silencio también es una eterna espera.