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Decía una canción de tango fusión "ya no duele el corazón, y esta noche ya no sopla el viento del dolorPero creo que no es así. El corazón ya no deja de doler, y se esconde de aquel viento para poder vivir. 

Cada mañana, cada tarde, subo al maldito tren. Y observo, miro a cada extremo para no encontrarme con él. Para no darle la cara a la vergüenza de haberme enamorado de tal inmadurez. 

"Pero te digo mi niña, con sinceridad, de como eras antes a como eres hoy, te prefiero hoy. Te ves bien, te ves concentrada en otras cosas, te veo sonreír." 

Quiero pensar que me equivoqué, pero que no fui un error. Y que todas mis profecías auto-cumplidas, respondían a la inseguridad de esa empresa, de ese viaje que duró quizás más de lo que debía. 

Quizás estuve ciega, pero no fue a propósito. Pensé que era el momento, pensé que debía mejorar, pero el orgullo me comía siempre las palabras, y dejaba sólo la intención. 

"Mereces a alguien que te quiera, que se preocupe por ti. Que sea maduro, porque ya no estás en el mismo lugar donde te encontramos. Llegará quien te quiera y no te deje por temor." 

Y aunque mucho dije que me volvería incapaz de amar, no es eso lo que he perdido. 
El asunto es, que no puedo volver a confiar. 

20/10

El veneno que dejaste aquí, pegadito al mantel, me juega con alucinaciones monstruosas.
Me bebo entonces cada noche el corazón, para ignorar todo aquello que pueda enunciar como bello, como bueno. 
Los pájaros que posaban sobre los alambres, me miraban curiosos como si hubiese perdido el hilo de la conversación.
Yo alegaba entonces que jamás encontraría razones para sonreír.

Pensaba en los recuerdos de la infancia, en la adolescencia, hasta en mi propia forma de recordar, en cómo se apiñaban en secuencias lógicas dignas de la dramaturgia, todos aquellos acontecimientos que marcaron la curva que maneja mi vida. 

"Y no sentí que fuese digna de ser feliz. Todo se hacía por alguien más."

¿Y cuánto tiempo habría de pasar para darme cuenta? 
Tenía que equivocarme tantas veces.
El veneno lo tomé de un trago, como si de alcohol se tratase. Quería sentir las vueltas del desorden en la cabeza y caerme de espaldas para no llorar y ahogarme. 

Estaba buscando mi centro, ¿dónde?, no quiero acordarme.
La cosa es que llegué hasta aquí. 

¿Dónde? no sé exactamente, pero me palpo las sienes y busco el largo de mis cabellos sobre el pecho, y entonces todo anda bien. 
Juegan conmigo alucinaciones gigantes. 
Me bebo el corazón cada noche, para ignorar nada más.