Después del silencio

Te escribo directamente, porque quizás mi silencio ha sido en demasía tortuoso, porque no pude asimilar todo lo que estaba pasando. Puede ser que hoy estaba nublado, y me trajo la idea de un tiempo avanzado, que todo había acabado, que ya estaba mejor. Pero la verdad es que el tiempo se ha estancado en muchas cosas, en otras pareciera que se escapa. 

No soy infeliz, pero no voy a decir que estoy completa. He ido de a poco, he contado con ayuda directa de mi misma y de mis pocos amigos, se los agradezco montones. Y aunque ha pasado poco tiempo, he descubierto tanto que se ha vuelto abrumador. 

Y a fin de cuentas, puedo decir que avanzando lento, puedo vislumbrar mejor mis pasos. 

En otras palabras, sólo quería decir que estoy bien. 

Y que me puedo enamorar. 

Volver

Decía una canción de tango fusión "ya no duele el corazón, y esta noche ya no sopla el viento del dolorPero creo que no es así. El corazón ya no deja de doler, y se esconde de aquel viento para poder vivir. 

Cada mañana, cada tarde, subo al maldito tren. Y observo, miro a cada extremo para no encontrarme con él. Para no darle la cara a la vergüenza de haberme enamorado de tal inmadurez. 

"Pero te digo mi niña, con sinceridad, de como eras antes a como eres hoy, te prefiero hoy. Te ves bien, te ves concentrada en otras cosas, te veo sonreír." 

Quiero pensar que me equivoqué, pero que no fui un error. Y que todas mis profecías auto-cumplidas, respondían a la inseguridad de esa empresa, de ese viaje que duró quizás más de lo que debía. 

Quizás estuve ciega, pero no fue a propósito. Pensé que era el momento, pensé que debía mejorar, pero el orgullo me comía siempre las palabras, y dejaba sólo la intención. 

"Mereces a alguien que te quiera, que se preocupe por ti. Que sea maduro, porque ya no estás en el mismo lugar donde te encontramos. Llegará quien te quiera y no te deje por temor." 

Y aunque mucho dije que me volvería incapaz de amar, no es eso lo que he perdido. 
El asunto es, que no puedo volver a confiar. 

20/10

El veneno que dejaste aquí, pegadito al mantel, me juega con alucinaciones monstruosas.
Me bebo entonces cada noche el corazón, para ignorar todo aquello que pueda enunciar como bello, como bueno. 
Los pájaros que posaban sobre los alambres, me miraban curiosos como si hubiese perdido el hilo de la conversación.
Yo alegaba entonces que jamás encontraría razones para sonreír.

Pensaba en los recuerdos de la infancia, en la adolescencia, hasta en mi propia forma de recordar, en cómo se apiñaban en secuencias lógicas dignas de la dramaturgia, todos aquellos acontecimientos que marcaron la curva que maneja mi vida. 

"Y no sentí que fuese digna de ser feliz. Todo se hacía por alguien más."

¿Y cuánto tiempo habría de pasar para darme cuenta? 
Tenía que equivocarme tantas veces.
El veneno lo tomé de un trago, como si de alcohol se tratase. Quería sentir las vueltas del desorden en la cabeza y caerme de espaldas para no llorar y ahogarme. 

Estaba buscando mi centro, ¿dónde?, no quiero acordarme.
La cosa es que llegué hasta aquí. 

¿Dónde? no sé exactamente, pero me palpo las sienes y busco el largo de mis cabellos sobre el pecho, y entonces todo anda bien. 
Juegan conmigo alucinaciones gigantes. 
Me bebo el corazón cada noche, para ignorar nada más. 

Simplemente

Dejé de valer la pena. Eso es todo.

Contradicciones

Qué pena da sentirse y darse cuenta de que estás solo en todo esto (lo digo por mí, no por ti.)
Que nadie entiende, que nadie puede ser tu apoyo porque no hay comprensión, no hay empatía... y que la única persona que parece entender, o hacer el intento, es la persona que ocasionó todo esto.
Que en tres años no miré a ninguna otra parte, que mi corazón no se emocionaba con nadie más que tú. Que a pesar de todo lo vivido, dije que jamás perdería la voluntad de vivir. Y ahí te veo, como cuando dijiste que te preocuparías por mi, que me cuidarías. Tú te ocupas de mi, pero estás preocupado por ti. Este cuento me lo sé de memoria, y aunque lo negaste tres o cuatro veces, yo sabía que seguiría así.
Que tomarías distancia, que te irías de a poco. "No si seremos amigos en el futuro, seremos cercanos". Tan cerca como te alejas, tan lógico como contradictorio. Quise creer todo aquello que tú querías, pero la historia ya estaba escrita. Los miedos que sentí cuando empezó todo, se hicieron realidad. Mis profecías auto-cumplidas, el karma o como quieran llamarlo. Tú tratabas de convencerte del amor, del "enamoramiento" y yo de mis mentiras. Sabía que tarde o temprano todo esto ocurriría, y simplemente yo quería estar lejos de todo eso.
Qué ganas de cerrar los oídos a sus esperanzas, a las historias de amor, a las canciones. Qué ganas de sobrevivir a la amargura del corazón. "Sé feliz, ya lo superarás." "Hay más peces en el mar, no hay mal que dure 100 años". Nadie lo va a entender.
Es más fácil decirles que no quiero ser feliz, que no quiero "superarlo". Porque es más complejo expresar que debo aprender a vivir con el dolor de haber perdido la felicidad, que aventurarme a sentir cosas que no son ciertas, que sólo son son manchas sobre la sombra de lo que fui y tuve antes. No puedo poner en palabras lo difícil que será caminar a tientas, sola, sin una parte de mí.

Leiv Motiv

Siempre hubo algo que me hizo falta. Nos enseñan las películas, los libros, las canciones, que hay "una mitad" para cada uno. Pero a mi nunca me enseñaron eso, no en mi familia al menos. "Tienes que valerte por ti misma", "eres una gran persona, no necesitas a alguien que te haga sentir completa". 

John Lennon lo dijo también, pero él mantenía una relación maternal con su propia mujer. Nos enseñan a que pensemos que nada nos falta, que valemos tal y cual somos. A pesar de todo eso, nunca me sentí completa.

La muerte marcó a mi familia con tal fuerza, que todos aprendimos a temerle. Llegué a un punto de pensar que en ella encontraría la paz, pero no fue así. Sólo me traía más inquietud, más preguntas. 

Sufrí por días y noches completas, tratando de entender por qué me hacía tanto daño y por qué sentía la necesidad de dañar a otros. Mientras mis padres trataban de convencerme que no necesitaba a nadie, veía cómo la familia se desmoronaba. Mi madre con los años, con la dureza que le trajo la vida, me ha reconocido que su felicidad está en mi padre y mis hermanos. Que no importaba el daño, que él siempre le ayudaba a sanar, y que sus esperanzas y sueños le alimentaban positivamente. Mi padre, un hombre tan bueno y generoso, mi más grande admiración, es un hombre colmado de miedos e inseguridades. Y mi madre ve en él todo lo que necesita para apoyarse y ser feliz. Pero también ve su necesidad de reivindicar sus males, llenándolo de todo aquello que necesita.

Siempre hubo algo que me hizo falta. Encontrar la fuerza, la necesidad de curar mis miedos y ser mejor. Invertir la carga de mis polos, volverme una persona llena de paz. Ni siquiera algo tan fuerte como el amor y la compañía parecían convencerme, porque llegué a tal punto de daño, que ni yo me reconocía. Sentía una rabia infinita en mi contra, de no poder detenerme. 

Cuando el miedo llega a tal punto de realizarse, ya nada puede matar el dolor. Perdí aquello que me daba esperanzas, el leiv motiv que decía "algún día lo harás... algún día cambiarás". No puedo ver nada hacia el futuro, pero si tengo que hacer algo, debo hacerlo ahora. Aquello que me hace falta puede que nunca regrese, pero no puedo dejarlo ir tan fácil. 

El cinismo de la conciliación

Constantemente leo y escucho, conforme se acerca esta fecha, como gente nacida en los fines del siglo (pasado por cierto) exigen silencio, gritan “basta”, porque creen en la conciliación a través del olvido. Reclaman el ejercicio de la memoria como un gasto innecesario, pero si a usted estimado, le cortaran una parte de sí mismo, mutilaran a su familia, quebraran la necesidad de tener a los suyos aun a su lado, viviendo por causas naturales y no muertos por causas delictuales, ¿sería acaso capaz de olvidar?

 ¿Quién olvida cuando nunca ha tenido a su hermano, su hijo, su padre o su madre de regreso a casa? ¿Quién eres tú para negar la confianza de quien aun espera para cerrar un ciclo? ¿Con qué derecho exiges que se hable de “paz” cuando no ha habido “justicia”? Los que llaman al cinismo “conciliación”, lavan sus manos de los horrores cometidos por muchos en nuestro nombre. Porque el exterminio del “marxismo” y todos aquellos cuerpos que lo representaran (para el ojo de unos pocos) se trataba de un “bien común”. Cómo tienen el descaro de decir que debemos dar vuelta la página, cuando no entienden ni en lo más mínimo el despertar cada mañana preguntándonos ¿dónde están?

Vi como construían supermercados, centros comerciales y edificios, vi cómo desde las entrañas de la tierra sacaban cadáveres sin avisar a nadie. Vi el gesto desentendido del progreso aplastando los cuerpos sin ritos ni funerales, sin descanso, la imagen viva del siguiente siglo. He visto cómo nuestra generación sufre por el amor y el desencanto, viven en vano representándose a sí mismos, en la necesidad narcisista de ser una imagen más que observar. Creen que el amor se encuentra en el deseo mutuo, pero no tienen idea en verdad. Yo veo el amor en aquellos que aun luchan, veo el amor en aquellos que murieron sin poder despedirse, en aquellos que vuelven constantemente a nuestras memorias, en aquellos que son capaces de sentir por el otro sin tener que vivir lo mismo. Porque el dolor de nuestra herida es más fuerte que la necesidad de vivir en la mentira, porque en la búsqueda por respuestas, hemos encontrado el abrazo de nuestros compañeros. No es la necesidad de mantener una guerra ni dividirnos en la amargura, sino el incansable anhelo por encontrarnos en este acto de amor.


A pesar de lo que digan, no pueden negar que esto cambió nuestro país, aunque hayamos nacido cuando esto ya había “terminado”. El cuento es al revés, la democracia aun espera, la alegría nunca llegó, la fiesta la hizo la hipocresía. Sólo nos queda el amor, aquel que nada lo borra, ese que aun hoy nos hace preguntar por ellos que no están y nos mantienen atados a la lucha por permanecer vivos en la memoria, y no muertos en el olvido. Para reconciliarse, primero es necesario asumir que ambas partes se han herido. ¿Qué fue lo que hicieron ellos para desaparecer?

¿Karma?

Probablemente la idea de que guarde odio o rencor, responde muchas veces a mis acciones o falta de ellas. Pero no tomo tiempo ni lo pierdo en esa clase de sentimientos, suena extraño, pero es sincero. Sí, poco creíble, no juzgo a quien juzgue en primera instancia por, nuevamente, mis actos o falta de ellos. Cuando reaccionaba o sobredimensionaba con el corazón los acontecimientos, era duramente criticada. Ahora, si guardo silencio y distancia, pareciera que realmente no me importa. ¿No es acaso suficiente dar un paso atrás para no incomodar a nadie y pensar, reflexionar, esperar?

 No tengo problema en hablar las cosas, pero sí admito que necesito tiempo para digerir algunas, y no gritarlas. No los culpo, no los odio. Acá no se trata de "hacerse la víctima". Hay que mirarse un poco las entrañas y ver qué pasa allí dentro. Porque quiéralo o no, no soy rápida, no voy a asumir las cosas teniéndolas tan encima. Sufro hipermetriopía de las cosas, no logro distinguir nada si están a medio centímetro de la nariz. Pero no odio, sería una gran mentira. 

Pero claro, me alejo esperando una señal para acercarme. La cosa es que muchas veces no veo las señales, o simplemente han dejado de existir, si es que alguna vez existieron. Es curioso, cuando estuve herida, dolida por algo con otra persona, normalmente la otra persona no parecía tener problemas conmigo, incluso reían. Pero ahora que he tomado distancia, que ya ha "pasado el temblor" citando burdamente a Cerati, pareciera ser que el mensaje es el opuesto. "No te acerques", "no me interesa", "aléjate". Supongo que es lo que la gente llama karma. 

Cada cual desde su rincón

Prometiste que todo quedaría atrás
y que nada terrible ocurriría.

Que había dejado aquellos fantasmas atrás, que no necesitaba recordar todo ese dolor para saber que estaba viva.
Que las pesadillas no existen como algo casual, sino que las deseaba.

Después de tanto tiempo en la distancia, me pareció que tenías razón
Pero no era cierto.

Y hoy cuando volvían de aquella oscuridad metafísica que construimos para vivir, me dijiste "ya descansaremos, ya descansaremos"

¿Cómo le digo entonces que no es opción huir? ¿Que acaso resuelve algo?
Cómo decirles, si yo tomé distancia y ¿me liberé?

Pero no, no era cierto. No me liberé, ocupé mi mente para recordar otras cosas.
Y hoy los fantasmas regresan para quedarse con un pedazo de mí, porque entre todas las mentiras que colgó el silencio, una de ellas era que "todo estaba bien"

Huir. Decirle que se vaya y tome esa distancia para ocupar sus miedos con otros nuevos, distintos a los nuestros.
Decirle a él que no se aparte, que debe enfrentar sus propios pasos, retroceder y entender por qué se ha hecho tanto daño.

¿Pero con qué rostro enfrentar el dolor del que formamos parte, cada cuál desde su rincón?

Una conversación que nunca tuvo lugar

- ¿Estás enojada conmigo?
Pausa extremadamente innecesaria. Meditaba se supone, miraba hacia otra dirección opuesta a la de él.
- Sí... Bueno, no. Estoy molesta contigo y conmigo. Pero más molesta conmigo. Molesta con la conversación que tuvimos en realidad. Pero más que nada, incómoda.
- Entiendo, entiendo
- No, no creo. Pero filo, realmente perdió el sentido seguir dándole vueltas a eso
- ¿Por qué?
- Porque esto nunca tendrá lugar en lo real. Está en mi cabeza. Quiero pensar que notas mi malestar o que te interesa al menos. Pero como ambos sabemos, suelo apartar a la gente con mi personalidad. Y tú también estás aparte
- ¿Por qué necesitas tener esta conversación?
- Para sentir que a pesar de todo, no te has rendido con respecto a mí.
- Te dije que tienes cualidades que pulir, que puedes hacer cosas importantes, que no te perdieras, ¿qué mas quieres?
- Quiero dejar de estar sentida contigo... y conmigo.
- Déjalo entonces
- No puedo
- Como todo lo demás que te atormenta, no te das tregua
- No.
- ¿Por qué?
Ella guardó silencio. Tomó su abrigo y se despidió mientras salía
- Lo hablamos anoche, no tengo que volver a explicarlo.
- Bueno
Se devolvió con el rostro enrojecido
- ¡Ese es el problema! Dices que luchas por los demás y no lo haces por mí, ¡es porque no te importo! ¡te dejé de importar porque en vez de pensar por qué aparto a la gente, te quedas en la incomodidad que te produzco! No haces nada para cambiar, ni tampoco para darme razones suficientes para poder hacerlo yo también
- ¿Por qué tendría que dártelas?
- Porque en algún momento pensé que éramos amigos. Y anoche me di cuenta que para tí sólo somos mucho menos que eso. Como "conocidos" que se ven a diario.
- Puede ser
- Entonces no tenemos nada más que hablar.

(Ex)


Cuando un amigo se vuelve ajeno, distante, incluso aunque quisiéramos decir desconocido, nos mentimos estúpidamente ante esa incertidumbre. Porque quieres creer en parte que sí, lo conoces, pero esa parte que conociste tal vez ya no existe. ¿Y a qué conclusión llegas?
No, quizás lo más perturbador de todo el asunto, es que con eso también pierdes una parte de tí mismo. ¿Dónde fue? No lo sabemos, pero había algo de tí con esa persona que solía agradarte. 
Cuando sientes el rechazo de ese ex-amigo, por momentos también sientes tu propio desprecio.

La Oscuridad

Cuando estuve en la oscuridad, no tuve necesidad de decírtelo.
No busqué ningún medio, no estuve sobre ninguna plataforma virtual que me entregara una pseudo fama por mostrar mis marcas y expresar mis odios.
No tuve necesidad de fotografías alusivas, ni de producir "arte" con mis mentiras y arrebatos.
No tuve que decir que te amaba de una manera tan violenta ni dolorosa.
No hice una moda de mis debilidades.

Permanecí en silencio, en la necesidad y la tristeza.
Creí donde no lo había, que estaba la felicidad y la nueva vida.

Pero no encontré nada allí. Sólo la delgadez de las pastillas y la somnolencia del fracaso.
La histeria de no volver a verte,
la posibilidad de encontrarme en tus abrazos y tu mal humor.
Creer que era capaz de olvidarme si cuidaba de otros.
Pero ellos tampoco permanecían, seguían con sus vidas destrozadas hacia otra dirección.

Un verano me azotaste con palabras de verdad. Y lloré a mares creyendo ilusa que la culpa era tuya porque también guardaste silencio.

Cuando estuve en la oscuridad, no tuve necesidad de decírtelo.
A ratos, sobre manchas de luz me encontrabas recostada.
Te sonreía, a veces me encontrabas.
Pero me escondía, me quedaba allí en silencio.
En el frío parecíamos entendernos.

Pero cuando todo ese simulacro de dramatismo auto-impartido se desvaneció, fui la primera en sentirse engañada.
El silencio me enseñó a encontrar las respuestas, no en aquellos que pudieran sentir que la auto-destrucción es valiosa por su "honestidad". Encontrarte, esta vez rodeada por la luz, fue mucho mejor. Y pude distinguir sin las manos sobre los ojos, que despierto se vive mejor.